las emociones durante el duelo

13 Agosto
2022


Todas las experiencias en nuestra vida, ya sean dolorosas o placenteras, son elaboradas por nuestro cuerpo a través de la reacción emocional que provocan en nosotros y cuyo objetivo es lograr un acomodo cognitivo e integral de cada una de nuestras vivencias.

En otras palabras, sin la presencia de las emociones en nuestra experiencia de vida sería imposible acumular en la memoria el aprendizaje y la huella que la vida misma deja en nosotros.

Sin emoción no hay experiencia, sin emoción no hay aprendizaje, sin emoción no hay recuerdo, sin emoción no hay vida. Aquellas experiencias con escasa o ninguna significación emocional se integran unicamente de forma congnitiva (intelectual o racional) y por eso su impacto en nuestra memoria es menor.

Las emociones durante el duelo, llevan con ellas la complicada función de que asimilemos, gestionemos y comprendamos el cambio de vida que la muerte de un familiar cercano nos impone; y es por eso que la pérdida de un ser amado suele quedar en el recuerdo para el resto de nuestra vida.

Las emociones básicas de acuerdo a la psicología humanista son el miedo, el afecto, la tristeza, el enojo y la alegría; algunas de las corrientes humanistas agregan a esta lista el asco o desagrado y la sorpresa o asombro. No quiere decir que esto será lo único que experimentaremos durante el duelo, pero sí representa la base emocional de la cual se desprenderán la gama total de sentimientos que durante este proceso podemos experimentar. Así, el miedo podrá en mayor o menor grado hacernos sentir angustia, ansiedad, inquietud, preocupación, incertidumbre, como el afecto nos llevará al amor, cariño, interés, pasión, ternura y la tristeza, será la encargada de mostrarnos la melancolía, la añoranza, la aflicción, etc. sería interesante y muy recomendable hacer este ejercicio de forma personal y después con la familia. Plantearnos cuantos sentimientos conocemos y de qué emoción básica se desprenden.

Particularmente en los momentos de pérdida y duelo resulta de gran utilidad identificar lo que estamos sintiendo, pues solo de esta forma seremos capaces de encontrar la forma de expresión más adecuada a nuestras necesidades y enfrentar nuestra pérdida, aceptarla y finalmente ajustarnos interiormente a todos los cambios que la muerte de un ser querido nos exige.

De hecho, un buen manejo emocional comienza por la identificación de los sentimientos y a su vez ayuda a mantener la comunicación abierta con nosotros mismos y con nuestros seres queridos y cercanos que también están afectados por la pérdida.

Sin manejo de emociones, la comunicación se fractura, la toma de acciones se bloquea y el duelo podría complicarse, provocando conflictos familiares, sociales, laborales o con las personas más cercanas y problemas de salud. Por el contrario todo el que puede identificar sus emociones, tendrá la oportunidad de compartirlas y expresarlas a quien más confianza y cercanía afectiva le tiene y encontrará alivio y consuelo a su dolor.

Ante el duelo, algunas de las funciones adaptativas de las emociones básicas son:



  • MIEDO: puede impulsarnos a pedir ayuda a los demás, a prepararnos para vivir en un mundo en donde esa persona que ha muerto ya no está, a tomar decisiones acorde a nuestro duelo, a protegernos y a anticiparnos a situaciones que pudieran ser amenazantes debido a la ausencia del que murió. Es verdad que el miedo puede ser también paralizante y nada agradable de sentir; sin embargo justo el papel que el miedo y el resto de las emociones llevan a cabo es que integremos la experiencia y que obtengamos conocimiento de nosotros mismos y aprendizaje para el futuro.
  • AMOR: Suele experimentarse en el duelo como un sentimiento de orgullo por haber estado vinculado de alguna forma a la persona que murió, nos ayuda a sobrevivir la pérdida, viviendo por amor y en honor al ausente, a extraer el aprendizaje o a comprender el sentido profundo de todo lo vivido, a volver a dar amor a otros y a mejorar nuestras relaciones con los demás.
  • TRISTEZA. : (de la que comunmente se desprenden aflicción, dolor, etc.) Nos mueve a pedir ayuda y a inspirar compasión. La mayoría de nosotros tenemos la preocupación por alguien que expresa tristeza a través del llanto o de algún otro comportamiento que nos refleje fragilidad y vulnerabilidad; y sobre todo la tristeza nos hace reconocer la importancia que nuestra relación con la persona que ha muerto tenía en nuestra vida. Nos da la pauta para resolver asuntos inconclusos, para buscar significados y también para aceptar la muerte y la ausencia; y contribuye a procurar el aislamiento necesario para introspectar.
  • ENOJO: proporciona mucha energía para realizar cambios, poner limites a nosotros mismos y a los demás, nos convierte en seres capaces de decir no cuando es necesario y nos ayuda a elegir lo escencial para nosotros sin más complicaciones. Es un gran motor para ser asertivos en la forma de comunicarnos y conocer lo que queremos y lo que no y tomar acción. Nos pone alertas para cuidar de nuestro espacio vital en un momento de vulnerabilidad y si fuera necesario a defenderlo a toda costa.
  • ALEGRÍA: esta puede experimentarse como un sentimiento de satisfacción de haber estado con el fallecido en una buena relación o en todos los momentos en los que nos haya necesitado en vida; ya sea que haya muerto de enfermedad o de forma inesperada. Es muy común que la satisfacción de una buena relación o bien, de haber respondido de acuerdo a nuestros valores al que ahora ya no está, genere también sensación de tranquilidad y paz interior y es común experimentarla en el duelo.

Todas estas emociones tienen un papel preponderante dentro de la elaboración de un duelo y son componentes inseparables de la experiencia de la pérdida de un ser querido. Ninguna está mal, ni es inapropiada. Ninguna debería censurarse, sino por el contrario, es una necesidad conocerlas y experimentarlas para poder escalar y avanzar en nuestro proceso de comprensión; y posteriormente de adaptación después del fallecimiento de alguien importante en nuestras vidas.

No resolvemos un duelo con nuestra mente sino desde el corazón; y gracias a su fuerza, es posible tomar la decisión de seguir adelante agregando a nuestra vida significados que antes no estaban en el espacio de nuestra experiencia.

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