cuidando a un paciente terminal

30 Septiembre
2022


La decisión para atender a un enfermo en casa o en el hospital durante la fase terminal o en sus últimos días, es un dilema difícil que no siempre se puede solucionar sólo poniendo en una balanza las ventajas y desventajas de estas dos posibilidades.

Ya que en gran parte, la voluntad del enfermo, la disponibilidad de la familia, la evolución de la enfermedad, los servicios sociales con los que se cuenta y la capacidad para enfrentar las posibles complicaciones que pueda presentar el enfermo antes de morir, tendrían que ir determinando las acciones más adecuadas por cada cambio o circunstancia que se fuera presentando hasta el momento final del paciente.

Creer que todos los enfermos terminales desean fallecer en casa es tan equivocado como asumir que todos desean ir al hospital y permanecer en la lucha por vivir. Debemos tener en mente que sin importar el lugar donde la muerte suceda, debemos de estar preparados como familia para ayudar a que sea apacible, con el menor sufrimiento posible y que el enfermo se encuentre en compañía de sus seres queridos y tomando la mayor cantidad de decisiones posibles con respecto a su propia muerte.

Si finalmente el enfermo, la familia y el equipo de salud logran acordar que el hogar sería el mejor lugar para que el enfermo muera, es de vital importancia que el núcleo familiar tenga claro cómo cuidar de su familiar.



Alivio, control y manejo del dolor total en el hogar.

Todas las recomendaciones para disminuir el dolor físico y emocional deberían ser ofrecidas a la persona que tiene un diagnóstico terminal; de esta forma el enfermo puede tener una cierta sensación de control sobre sí mismo hasta que el momento de la muerte llegue. El enfermo en casa sigue sintiendo que está en “su territorio”, puede bañarse, comer, dormir, etc., en forma y horarios que le resulten lo más cómodos y convenientes posibles.

Morir en casa no tendría que implicar convertir el hogar en una unidad hospitalaria. Es suficiente contar con lo indispensable como condiciones de higiene y tecnología que puedan ponernos al tanto del estado general del paciente. El rodear al familiar de cosas que pueda disfrutar con la vista como un cuadro o la vista de la habitación, flores, un televisor, radio o música que sea de su agrado y que sirva para usar sus sentidos y también crear sensaciones relajantes.

Morir en casa también puede brindar una última oportunidad de hablar acerca de todo aquello que angustia a la familia y no dejarlo a medias o sin concluir.

Aunque puede ser doloroso, imprudente o pareciera poco adecuado hablar de temas como el deseo de donar órganos, recibir asistencia para resucitación o algún otro método para prolongar la vida, es de gran ayuda en el proceso del duelo de los familiares del ser querido; ya que tendrán la tranquilidad de haber procedido, en lo posible, de acuerdo a la voluntad de su familiar.

También los asuntos de orden económico, patrimonial, hereditario y/o personales son un poco más propicios de tratarse en la seguridad que nos brinda el hogar que en el hospital; sobre todo cuando no se hayan tratado en algún momento posterior e inmediato al diagnóstico.

Una parte de aliviar el dolor total es contener las emociones del enfermo, su enojo, la angustia, la tristeza y desesperación pueden disminuir sólo con el hecho de hacerle saber que lo que siente es perfectamente normal y entendible por nosotros. Aunque se esté perdiendo a alguien muy querido como un hijo, una pareja, los padres o hermanos; el paciente terminal está perdiéndolo todo y esa situación de indefensión total, debería proporcionarnos la capacidad de soportar junto con él, el tan temido final.

Cuando hablamos del dolor total es imposible evadir aquellos asuntos pendientes de orden personal, como familiares o gente cercana con la que fuera necesaria una despedida, un agradecimiento o una disculpa. Siempre y cuando el deseo del enfermo sea cerrar este tipo de pendientes, es de gran ayuda que le facilitemos estos encuentros o que le acerquemos los recursos suficientes para lograr morir en paz con aquellos que el considera cercanos a su corazón.

De esta misma forma, aliviar y acompañar en su dolor al enfermo que va a morir, implica permitirle abordar todos aquellos temas de tipo espiritual y existencial que suelen acompañar los cuestionamientos de nuestras creencias más arraigadas y profundas acerca de qué sigue después de morir, y de si hemos sido suficientemente “buenos” para merecer una vida mejor después de ésta. Todo aquello que para el enfermo implique tranquilad, serenidad, paz o seguridad de acuerdo a cuestionar o reforzar sus creencias, le vendrá bien en estos últimos momentos; así como escuchar de los seres más cercanos y queridos todo aquello que aprendieron, le agradecen y reconocen, como un legado tan importante que pueda sentir que su vida fue útil y determinante en la vida de otros.

Si en el momento de nacer todos somos tan frágiles y desvalidos, que sin el cuidado ni el afecto que recibimos no sobreviviríamos; igualmente en el momento de nuestra muerte merecemos ser acompañados desde el amor y la generosidad

; intentando que nada perturbe la mente o el corazón del que muere, infundiéndole serenidad en todo momento para dejar este mundo y pueda acercarse a la muerte con paz interior.

Tags: Pérdida y Duelo, Tanatología, Paciente terminal